El día que Laura casi se rinde

El día que Laura casi se rinde

Si hay algo que pocos ven detrás de un centro de estética, es la carga emocional que conlleva. No solo es atender clientas, sino lidiar con horarios apretados, proveedores que no cumplen, empleados que tienen sus propios problemas y, además, intentar equilibrar la vida personal.

Recuerdo un día en particular en el que Laura llegó al límite.

La mañana empezó mal. Una de sus esteticistas llamó diciendo que no podía venir porque su hijo estaba enfermo. Reorganizar la agenda significaba llamar a varias clientas y mover citas, algo que nunca es bien recibido. Mientras tanto, el proveedor de productos faciales, que había prometido entregar un pedido clave esa semana, llamó para decir que el envío se retrasaría.

A media tarde, una clienta llegó molesta porque no pudo ser atendida a su hora exacta debido a los cambios en la agenda. No ayudó que, en ese mismo instante, Laura recibiera un mensaje del colegio de nuestro hijo: necesitaban hablar con nosotros urgentemente.

Cuando llegué al salón al final del día, la encontré sentada en la sala de descanso, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en sus manos. No hacía falta que dijera nada.

“Hoy fue un día difícil, ¿verdad?” —le dije con suavidad.

Ella suspiró y me miró con los ojos cansados.

«A veces me pregunto si vale la pena. Me esfuerzo tanto, y parece que nunca es suficiente» —respondió.

Sabía que no necesitaba soluciones en ese momento, solo necesitaba sentirse comprendida.

«Mañana será un nuevo día. Lo importante es que hiciste lo mejor que pudiste, y eso es suficiente.»

Laura asintió. Se quedó en silencio por un momento, respiró hondo y, como siempre, se puso de pie, lista para seguir adelante.

Al día siguiente, con un poco de descanso y perspectiva, la vi reorganizar su equipo, hablar con el proveedor con más firmeza y hasta encontrar una solución para la clienta molesta. Porque esa es la realidad de dirigir un centro de estética: hay días en los que quieres rendirte, pero también hay días en los que recuerdas por qué amas lo que haces.

Moraleja:

Ser dueña de un centro de estética no es solo aplicar tratamientos y embellecer a los demás. Es aprender a gestionar el estrés, a ser flexible y, sobre todo, a recordar que incluso los días difíciles tienen una lección. No puedes hacerlo todo perfecto, pero puedes hacer lo mejor que puedas, y eso siempre será suficiente.


¿Alguna vez has tenido un día así en tu negocio? ¿Cómo lo superaste? ¡Cuéntame tu experiencia en los comentarios!

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