En el mundo de la estética, la paciencia no es solo una virtud, es un requisito de supervivencia. Pero hay días en los que incluso la mejor profesional puede llegar al límite.
Laura tenía una clienta nueva para un tratamiento de depilación láser. La mujer llegó nerviosa y llena de preguntas:
—«¿Duele? ¿Cuánto dura? ¿Y si me arrepiento? ¿Me crecerá el vello verde?»
Laura, con su mejor tono profesional, respondió con calma cada duda. Pero justo cuando iba a comenzar, la clienta pegó un brinco y gritó:
—«¡Espera, espera! Creo que necesito pensarlo mejor.»
Suspirando internamente, Laura le explicó que el láser era un procedimiento seguro y que no tenía de qué preocuparse. La clienta pareció convencida… hasta que sintió el primer disparo y soltó un:
—«¡Ay, no! Mejor lo dejamos para otro día.»
Respirando hondo, Laura apagó el equipo y le sonrió.
—»No hay problema, cuando te sientas lista, aquí estaremos.»
Después de todo, forzar a una clienta nerviosa solo traerá problemas.
Lo curioso es que, un mes después, la misma clienta regresó.
—«Creo que exageré un poco… ¿Podemos intentarlo otra vez?»
Y esta vez, con menos miedo y más confianza, la sesión se realizó sin problemas.
🔹 Moraleja: La paciencia en la estética no es solo para los tratamientos, sino para las personas. Un cliente puede tardar en decidirse, pero si le das su espacio, volverá cuando esté listo.