La vida en el salón de Laura no solo está llena de tratamientos y citas, también de momentos espontáneos que terminan convirtiéndose en recuerdos entrañables. A veces, entre una limpieza facial y una sesión de radiofrecuencia, es nuestra pequeña familia la que le da un giro dulce y divertido a la jornada.
Desarrollo
El desafío:
Conciliar la vida laboral en un centro de estética con la vida familiar no siempre es sencillo. Horarios extensos, clientes de último minuto, eventos especiales… y en medio de todo eso, nuestra hija pequeña con su energía inagotable.
La solución:
Laura encontró la manera perfecta de integrar esos mundos: hacer del salón también un hogar. Un lugar donde el trabajo y la familia pudieran coexistir, al menos por momentos.
Recuerdo una tarde en particular. Mientras Laura atendía a una clienta, nuestra hija decidió que también quería ser «esteticista». Se colocó una de las diademas de tratamiento, tomó un tarrito de crema (cerrado, por suerte) y empezó a «atender» a sus muñecas en una camilla libre.
Los clientes no podían contener la risa. El ambiente se llenó de una ternura espontánea que rompió cualquier barrera de formalidad.
Incluso la clienta, que había llegado estresada, terminó sonriendo y diciendo que fue «el mejor tratamiento de su vida… por el alma».
Recomendaciones:
- No temas mostrar tu lado humano y familiar en tu negocio: crea una conexión real con las personas.
- Permítete vivir y compartir momentos auténticos, aunque no sean parte del «guion profesional».
- Recuerda que un ambiente cálido es tan terapéutico como el mejor tratamiento estético.
Moraleja
Entre mascarillas y agendas apretadas, no olvides dejar espacio para la risa, la ternura y los abrazos. Al final, esos son los verdaderos tratamientos para el alma. 💖