Trabajar en un centro de estética es una aventura diaria, y no todo son rutinas de cuidado y momentos de relajación zen. A veces, las herramientas de belleza —esas que prometen rejuvenecer y embellecer— ¡se convierten en protagonistas de anécdotas dignas de una comedia!

Desarrollo

El desafío:
Una tarde tranquila, Laura me pidió que la ayudara a preparar la cabina para un tratamiento facial de hidratación profunda. Parecía algo sencillo: conectar el vaporizador de ozono, encenderlo y esperar a que calentara. ¿Qué podría salir mal?

La solución (o el desastre):
Con toda mi buena intención, encendí el vaporizador… pero olvidé revisar el nivel de agua.
De repente, el aparato empezó a emitir un estruendo sospechoso y a soltar un chorro de vapor como si estuviéramos en una locomotora antigua.
En menos de un minuto, la sala estaba tan llena de niebla que no se veía nada. Laura entró corriendo, se tropezó conmigo (yo, enredado en cables de la radiofrecuencia), y entre risas, tuvimos que abrir todas las ventanas.
La clienta, que acababa de llegar, se rio tanto que pidió hacerse “el tratamiento de sauna completo”.

Recomendaciones prácticas:

  • Siempre hacer una revisión básica de los equipos antes de usarlos (agua, enchufes, cables).
  • Ten un protocolo rápido para emergencias cómicas: ventanas abiertas, toallas a mano… y mucho sentido del humor.
  • Aprovecha esos momentos para humanizar la experiencia con los clientes. ¡La risa también rejuvenece!

Moraleja

En el salón, como en la vida, no todo puede ser perfecto. Pero una sonrisa compartida puede convertir cualquier imprevisto en un recuerdo inolvidable. 😄✨

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