Si algo he aprendido acompañando a Laura en el centro de estética, es que los tratamientos no comienzan con cremas ni aparatología: comienzan con palabras. Una conversación puede ser el primer paso para una piel más radiante… y para una relación más sólida.
Desarrollo
El desafío:
Muchos profesionales de la estética enfocan sus esfuerzos en la técnica —lo cual es fundamental—, pero a veces olvidan que la comunicación con el cliente es tan poderosa como un serum de última generación.
La solución:
Laura, con su empatía natural, me enseñó que existen pequeños grandes gestos que marcan la diferencia:
- Escucha activa:
Deja que el cliente hable. No interrumpas ni asumas lo que necesita. A veces, una clienta viene por un tratamiento… pero en realidad, busca un momento de cuidado y escucha. - Confirma y aclara expectativas:
Antes de iniciar cualquier procedimiento, repite lo que has entendido de lo que el cliente desea. «Entonces, buscas un tratamiento que te aporte hidratación y luminosidad, ¿correcto?» Eso genera confianza instantánea. - Adapta tu lenguaje:
No todo el mundo entiende términos técnicos. Explica los tratamientos en palabras sencillas y accesibles, sin infantilizar ni abrumar. - Comunicación no verbal:
Una sonrisa genuina, un gesto amable, un contacto visual respetuoso… muchas veces, comunican más que mil palabras.
Recomendaciones prácticas:
- Pregunta abierta: «¿Cómo te gustaría sentirte después del tratamiento?» en lugar de «¿Qué tratamiento quieres?»
- Valida emociones: «Es normal sentirse así después de una semana difícil.»
- Agradece sinceramente su visita: nunca subestimes el poder de un «gracias por confiar en mí».
Moraleja
En el mundo de la estética, las palabras también embellecen. Un trato cercano, humano y auténtico no solo fideliza clientes: crea lazos de confianza que embellecen el alma. 💬💖