Aquel jueves empezó con el pie izquierdo para Laura. Una clienta llegó tarde y, al no poder atenderla en su horario, se marchó indignada dejando una reseña negativa. Luego, la cabina de depilación sufrió un desperfecto y tuvo que reorganizar toda la agenda. Para rematar, una clienta habitual llamó para cancelar su cita de la tarde, lo que significaba un hueco vacío en el horario y una pérdida en la facturación del día.
Al llegar a casa, Laura estaba frustrada y agotada. «No hay día que no pase algo», me dijo suspirando. Pero después de un rato de charla y un poco de perspectiva, llegamos a una conclusión: los días malos también enseñan.
En lugar de ver solo los problemas, analizamos qué se podía mejorar: ✅ Tener políticas claras sobre retrasos para evitar malentendidos con las clientas. ✅ Contar con un plan B para imprevistos técnicos, como una cabina de respaldo o un técnico de confianza. ✅ Utilizar los huecos en la agenda para algo productivo, como formación o contenido para redes sociales.
Al final, Laura transformó ese día gris en una oportunidad de aprendizaje. Porque en el mundo de la estética (y en la vida), cada obstáculo trae consigo una lección valiosa.
Moraleja:
Los días malos son inevitables, pero lo importante es no quedarse solo con la frustración. Cada tropiezo puede convertirse en una oportunidad de mejorar, crecer y evolucionar. 💪