Ese martes empezó como cualquier otro. Laura, mi esposa, llegó al salón antes de las 9:00, ya con la lista mental de tratamientos, pedidos y mensajes que contestar. Entre un lifting de pestañas, dos limpiezas faciales y la clienta que llegó sin cita «a ver si la podías atender rapidito», el día pasó volando.
A las 18:47, mientras guardaba los botes de cera y limpiaba la camilla, sonó el teléfono:
—¿Amor? ¿Ya saliste? ¿Vamos a cenar por tu cumple?
Silencio.
Laura se llevó las manos a la cara. Lo había olvidado por completo.
En ese momento entendimos que algo estaba mal. El salón no podía absorberlo todo. Ni su energía, ni su mente, ni su tiempo. Así empezó nuestro plan para encontrar el equilibrio perdido.
🛠️ El Desafío
- Jornadas interminables sin pausas reales.
- Sentimiento de culpa al tomarse un día libre.
- Dificultad para desconectar mentalmente del trabajo.
- Sensación constante de estar “corriendo detrás del día”.
✅ La Solución
- Bloques de tiempo para ella:
Reservamos dos franjas semanales en la agenda como “clientes invisibles”. Nadie puede reservar ahí. Son sus pausas. A veces se las salta… pero menos que antes. - Delegar tareas no estéticas:
Contratamos a una chica para redes sociales y digitalizamos la agenda. Menos WhatsApps eternos, más control. - Cierre mental del salón:
Prohibido hablar de trabajo después de las 20:00. (Yo también me esfuerzo… aunque a veces caigo 😅) - Rutina de autocuidado personal:
Así como le recuerda a sus clientas que se exfolien y tomen agua, ahora ella se da sus propias sesiones de mimos. Faciales caseros, lectura, música. Ritual obligatorio.
🧭 Recomendaciones para otros profesionales del sector:
- No “apagues incendios” todo el día: agenda tareas por bloques y respétalos.
- Aprende a decir “no” sin sentir culpa.
- Aplica el principio del 80/20: enfócate en lo que realmente da resultado y delega lo demás.
- Automatiza reservas, recordatorios y cobros. Hay apps fantásticas para eso.
- Haz un pacto con tu entorno: tiempo de descanso es sagrado.
💡 Moraleja
El equilibrio entre la vida personal y el trabajo no aparece por arte de magia. Se construye, se protege y se respeta. Un salón exitoso no vale nada si la persona que lo sostiene se olvida de vivir.