El spa de papá

El spa de papá

El Día del Padre es para celebrar, pero en nuestra casa, también es sinónimo de sorpresas… y risas. Este año, nuestros hijos decidieron que, ya que mamá tiene un salón de estética, papá también merecía un «día de belleza». Yo, ingenuo, acepté sin saber lo que me esperaba.

Todo empezó con una mascarilla «casera» que, según ellos, era un tratamiento especial de barro (o tal vez chocolate derretido, nunca lo supe). Luego vino la manicura, con esmalte fosforescente en cada uña y brillitos que, según mi hija, me hacían ver «moderno». Para cerrar con broche de oro, un masaje en la cabeza con una cantidad absurda de acondicionador… que tardé dos días en enjuagar por completo.

Laura, en lugar de intervenir, se limitó a tomar fotos y reír hasta las lágrimas.

—Esto te pasa por decir que en el salón todo parece fácil —me dijo entre carcajadas.

Al final del día, entre risas, selfies ridículas y un baño de emergencia, comprendí que estos momentos son los que hacen que ser papá sea una aventura inolvidable.

Moraleja: No hay mejor regalo que el tiempo en familia. A veces, las situaciones más caóticas terminan siendo los recuerdos más valiosos. Y sí, quizás el maquillaje neón no sea mi estilo, pero la felicidad de mis hijos bien vale cualquier transformación. 💙

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