En el centro de estética de Laura, la variedad de clientes siempre ha sido fascinante. Algunas personas son encantadoras, fieles y agradecidas, mientras que otras parecen venir con un solo objetivo: conseguir servicios gratis o, al menos, al menor costo posible. Una de ellas fue Mariana.
Mariana llegó al centro por primera vez tras ver una publicación en redes sociales. Había escuchado maravillas del lugar y quería probar un tratamiento facial. Todo transcurrió con normalidad hasta que llegó el momento de pagar. Con una sonrisa encantadora, miró a Laura y le preguntó:
— ¿No tienen alguna promoción para nuevos clientes?
Laura le explicó con amabilidad que en ese momento no había ninguna oferta aplicable a su tratamiento. Mariana suspiró, sacó su tarjeta y pagó, aunque con una expresión de leve desilusión.
Un mes después, Mariana regresó, esta vez para un masaje. Al llegar a la caja, intentó de nuevo:
— Vi que en otro centro ofrecen el mismo masaje más barato. ¿No me puedes hacer un descuento?
Laura, acostumbrada a este tipo de comentarios, le explicó que los precios en su centro reflejaban la calidad de los productos y la profesionalidad de las terapeutas. Mariana, sin embargo, pareció no estar convencida y siguió intentándolo en cada visita.
Un día, decidió traer a una amiga, y antes de pagar dijo:
— Bueno, ahora que les traje una clienta nueva, ¿me pueden hacer un precio especial?
Laura le sonrió con paciencia, pero fue firme en su respuesta:
— Mariana, en nuestro centro valoramos mucho a nuestros clientes y tenemos promociones específicas para determinadas ocasiones, pero también respetamos el trabajo de nuestras profesionales. Nuestros precios reflejan la calidad y el servicio que damos. Si en otro lugar encuentras algo más barato, te invito a que lo pruebes, pero aquí mantenemos nuestros valores.
Mariana, un poco sorprendida, no insistió más. Se dio cuenta de que su estrategia no funcionaría. Lo curioso es que, en lugar de buscar otro centro, siguió viniendo. Tal vez porque reconoció que la calidad que recibía en el centro de Laura valía cada centavo.
Moraleja:
Siempre habrá clientes que intenten pagar menos, pero es importante marcar límites con educación y seguridad. Cuando respetas el valor de tu trabajo, los demás también lo harán.
¿Te ha pasado algo parecido en tu negocio? ¿Cómo manejas a los clientes que siempre buscan descuentos?