En el mundo de la estética, la mayoría de los días terminan con clientas felices y satisfechas. Pero también hay momentos en los que, a pesar de todo el esfuerzo y profesionalismo, un tratamiento no da el resultado esperado.
Cuando esto pasa, no solo la clienta se siente decepcionada… la esteticista también carga con esa sensación de frustración y culpa.
Hoy quiero compartir una historia que le pasó a Laura y cómo aprendimos juntos a manejar esos momentos difíciles.
Desarrollo
Hace un tiempo, una clienta nueva llegó al salón para un tratamiento de rejuvenecimiento facial. Tenía muchas expectativas y nos mostró fotos de pieles perfectas sacadas de Instagram. Laura, con toda la transparencia del mundo, le explicó que los resultados variaban según el tipo de piel y que la clave era la constancia.
La clienta asintió, pero su mirada delataba que esperaba magia.
Después del tratamiento, su piel se veía más luminosa y fresca, pero no como en las fotos editadas que había mostrado. Se miró al espejo y su rostro cambió. No estaba satisfecha.
—No sé… pensé que mi piel se vería diferente —dijo, con tono dudoso.
Laura intentó explicarle que la mejoría era progresiva y que con más sesiones notaría cambios más notorios. Pero la clienta no estaba convencida. Se despidió con una sonrisa forzada y nunca regresó.
Esa noche, en casa, Laura se quedó pensativa.
—¿Crees que hice algo mal? —me preguntó.
Le recordé algo que ella misma siempre dice: «El resultado de un tratamiento depende de muchos factores: piel, hábitos, expectativas… pero lo que sí está en nuestras manos es ser honestos, dar lo mejor y aprender de cada experiencia.»
Desde ese día, Laura implementó tres estrategias para manejar mejor estos casos:
✅ Gestión de expectativas desde el inicio: Explicar con claridad qué se puede lograr y qué no, para evitar frustraciones.
✅ Seguimiento post-tratamiento: Un mensaje después de la sesión puede ayudar a reforzar la confianza de la clienta.
✅ No tomarlo como algo personal: No todos los clientes se van a quedar, y eso no significa que el trabajo no sea bueno.
Con el tiempo, aprendimos que no se trata de querer complacer a todo el mundo, sino de hacer el trabajo con integridad y aprender de cada situación.
Moraleja
No todos los resultados serán perfectos, pero la clave está en la comunicación, la honestidad y la capacidad de seguir adelante sin perder la confianza en uno mismo. La resiliencia también es parte del arte de embellecer. 💜✨