Papá también se equivoca

Papá también se equivoca

Siempre he admirado a mi padre por su paciencia y sabiduría, pero si algo me enseñó con el tiempo, es que no hay mayor muestra de grandeza que aceptar los errores con gracia.

Un día, en el centro de estética de Laura, decidí ayudar con la recepción mientras ella estaba ocupada. Todo iba bien hasta que, sin darme cuenta, confundí los horarios y cité a dos clientas a la misma hora para un único tratamiento. Cuando ambas llegaron, el caos fue inevitable. Una de ellas, molesta, me preguntó cómo podía haber cometido un error tan básico.

En ese momento, recordé algo que mi padre siempre decía: «Cuando te equivoques, admítelo rápido y con una sonrisa, porque no hay nada más torpe que un terco justificándose». En lugar de buscar excusas, me disculpé con sinceridad y, con la ayuda de Laura, encontramos una solución. Para mi sorpresa, las clientas no solo aceptaron la situación, sino que terminaron riéndose del enredo.

Ese día confirmé que nadie está exento de equivocarse, pero la forma en que respondemos ante nuestros errores define quiénes somos.

Moraleja: Aceptar los errores con humildad y gracia no nos hace débiles, nos hace humanos. Ya sea en el trabajo, en la familia o en la vida, reconocer nuestras fallas y afrontarlas con actitud positiva fortalece las relaciones y nos permite crecer. Como decía papá, «no hay error que una sonrisa honesta no ayude a solucionar». 💙

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