
Hola, soy J. Vidal, (conocido como EMDUE) y antes de que te preguntes, no, no soy un gurú de la estética ni tampoco un marido sometido (aunque algunas veces me toque admitir que mi mujer tiene la razón… siempre). Soy simplemente un tipo normal, esposo orgulloso de una esteticista increíble, que decidió abrir este rincón para compartir lo que significa vivir con alguien cuya vida gira en torno a hacer que otras personas se sientan y se vean mejor.
Todo comenzó una noche cualquiera en casa. Mi mujer, después de un día agotador lleno de tratamientos, masajes, y clientas que necesitaban más terapia que su psicólogo, se desplomó en el sofá y empezó a desahogarse conmigo. Me contó sobre los retos que enfrenta en su trabajo: las clientas difíciles, las expectativas imposibles, las tendencias locas que van y vienen, y la presión constante de ser perfecta, no solo para sus clientas, sino también para ella misma. Y ahí fue cuando me di cuenta de algo: ser esteticista no es solo un trabajo, es una montaña rusa emocional que muchas veces se lleva también a casa.
Entonces, pensé, «¿Por qué no compartir estas experiencias?» Y aquí estamos. Este blog nació con la idea de ser una especie de altavoz, pero también un apoyo, no solo para mi mujer, sino para todas las esteticistas que día a día se enfrentan a esta profesión tan exigente como fascinante. Porque sí, sé que muchas veces ustedes también necesitan un lugar para sentirse entendidas, reírse un rato y, con suerte, llevarse algún consejo útil para mejorar tanto en lo profesional como en lo personal.
Ahora, ¿por qué un blog escrito por un marido? Fácil. Mi visión es como la de un espectador privilegiado. Estoy ahí, viendo los altibajos, las pequeñas victorias y las grandes batallas, pero desde fuera. Eso me permite tener una perspectiva distinta, más objetiva, y sí, quizá más relajada. Además, seamos honestos, tener a alguien que no está metido hasta el cuello en cremas y exfoliantes puede ser un respiro, ¿no?
¿Y quién soy yo, además de «el marido de una esteticista»? Bueno, me gusta pensar que soy un tipo multifacético. Soy un buen oyente (eso ayuda mucho en esta casa), tengo un sentido del humor que me salva en situaciones incómodas y, aunque no soy un experto en belleza, sé un par de cosas sobre cómo apoyar a alguien en un trabajo tan absorbente. Soy el tipo que prepara café en los días difíciles, el que ayuda a practicar un nuevo tratamiento (sí, he sido cobaya humana más veces de las que me gustaría admitir) y el que escucha atentamente cada historia, por absurda o complicada que parezca.
Este blog no solo se trata de narrar anécdotas. Quiero que sea un espacio útil. Aquí encontrarás desde consejos para lidiar con clientas difíciles hasta tips para organizar mejor tu día a día en el salón. También quiero abordar cómo manejar el estrés, cómo desconectar al final del día y, claro, cómo encontrar el equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Todo esto mezclado con un poco de humor, porque, si no podemos reírnos de las situaciones absurdas que vivimos, ¿qué nos queda?
Además, quiero que este espacio sea un puente. Una manera de conectar con más esteticistas que quizá estén pasando por lo mismo y no sepan dónde voltear. Si algo he aprendido en este tiempo es que muchas veces lo que más necesitamos no es una solución mágica, sino saber que no estamos solos en esto. Así que, si alguna vez necesitas un consejo, una palabra de aliento o simplemente alguien que entienda por qué la «clienta de las cejas y labio» es una pesadilla recurrente, aquí estoy.
Por último, un pequeño mensaje para quienes siguen este blog: gracias por confiar en mí, un simple marido, para ser la voz que tal vez necesitaban. Prometo dar lo mejor de mí para aportar algo de valor, ya sea con una historia graciosa, un consejo práctico o simplemente recordándote que haces un trabajo increíble. Y sí, puede que a veces mi perspectiva sea un poco distinta, pero ese es el punto, ¿no? Juntos, desde dentro y fuera del mundo de la estética, podemos hacer que el día a día sea un poco más llevadero.
Así que, bienvenidas (y bienvenidos si hay algún otro valiente marido por ahí). Ponte cómoda, échate unas risas, y sobre todo, recuerda: lo que haces importa, y mucho. ¡Nos leemos pronto!