Spa casero entre juguetes y velas

Spa casero entre juguetes y velas

Hay días en los que uno vuelve a casa con los pies hinchados, la cabeza a mil y la sensación de que en vez de atender clientas, atravesó una maratón emocional. Así es la rutina en el mundo de la estética: intensa, hermosa y, a veces, agotadora. Pero aprender a desconectar también forma parte del trabajo.

Desarrollo:
Era un jueves de esos en los que Laura había hecho de todo: lifting facial, drenaje linfático, depilación, contención emocional, terapia improvisada y hasta reparaciones técnicas porque el vaporizador se trabó a mitad de sesión.

Volvió a casa arrastrando los pies, literalmente. Yo ya conocía la señal: cara de “no me hables, pero abrázame”. Así que preparé lo que llamamos en broma “el spa casero de emergencia”:

  • Lavacabezas: palangana con agua tibia y sal gruesa para los pies.
  • Aromaterapia: una vela de vainilla medio usada.
  • Mascarilla: la muestra de un proveedor que aún no venció.
  • Infusión: manzanilla con mucho cariño.

Mientras ella intentaba entrar en modo zen, nuestro hijo Nico decidió que era buen momento para ser Spiderman versión hiperactiva y rebotar por el sillón. Yo trataba de mantener el equilibrio emocional del hogar mientras ella, con su té en una mano y una mascarilla que chorreaba un poco, murmuraba:

—“Esto no es relax… pero se parece.”

Trucos y consejos para relajarse después del caos:

  1. Crea un ritual breve pero sagrado: Aunque sean 15 minutos, que nadie interrumpa ese momento. El cuerpo necesita saber que la jornada terminó.
  2. Utiliza el entorno como aliado: Aromas suaves, luz tenue, y una música relajante (aunque de fondo haya gritos de “¡papááááá!”).
  3. Hidratación consciente: Tomar algo caliente y sin prisas ayuda a enviar la señal de calma al sistema nervioso.
  4. Desconexión digital: Al menos media hora sin móvil, sin WhatsApp de clientas, sin redes. Solo vos, tu té y tu palangana.

Reflexión final:
No siempre es posible tener un silencio total, ni una bañera de hidromasaje. Pero cuando uno decide cuidarse, aunque sea entre el caos, el cuerpo lo agradece. La resiliencia también se construye con velas medio gastadas y una sonrisa rendida.

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